Silvia Hernando - twitter

2022-09-23 21:43:26 By : Ms. Sophia Tang

El nuevo ensayo de la escritora y crítica argentina Graciela Speranza, Lo que no vemos, lo que el arte ve, aspira a proporcionar una respuesta documentada a una pregunta pertinente: ¿puede el arte sacar a la luz lo que está oculto? El texto parte desde el sí: tanto las artes plásticas como la literatura poseen la capacidad de acercar aquello que, por su magnitud, escapa a los sentidos, del mismo modo que pueden abrir una mirilla al subsuelo para visibilizar lo que yace enterrado.

Lo inabarcable y lo inaprehensible definen, de esta manera, las dos medidas del desconocimiento que delimitan la disertación de Speranza, profesora de Arte Contemporáneo y autora de ensayos como Atlas portátil de América Latina. Arte y ficciones errantes, finalista del Premio Anagrama de Ensayo, y Cronografías. Arte y ficciones de un tiempo sin tiempo. Como prueba de su hipótesis, ha elaborado un catálogo de creaciones contemporáneas en las que diversos artistas internacionales abordan con espíritu clarividente algunas de las cuestiones decisivas del presente continuo: del cambio climático a la vigilancia masiva de la era de internet, pasando por la reconfiguración de una realidad incierta a través de la reconstrucción de los hechos.

Del mismo modo que el Perro semihundido de Goya prefiguró la angustia y el solipsismo del tiempo actual, la autora arguye que obras modernas como los cuadros vaciados de seres humanos de Vija Celmins, donde solo existen los océanos, los cielos y los desiertos ajenos a nuestra influencia; las telas tejidas por miles de arañas de Tomás Saraceno, que replican a escala humana la configuración reticular del universo; y las novelas de la Nobel Olga Tokarczuk, que reproducen por medio del lenguaje la estructura subyacente que interconecta a las personas con el resto de los seres vivos e inertes, anticipan una nueva ontología más allá del antropocentrismo.

Frente a aquello que por nuestra limitación física no alcanzamos a procesar (el planeta, el cosmos), Speranza propone otra categoría de invisibilidad: la de todo lo que no captamos porque se nos prohíbe. Se refiere a la capa pixelada de la realidad, a lo virtual, un ámbito intangible pero sin duda envolvente, donde los mecanismos de control se ejercen por medio de una tecnología que, de tan ubicua, acabará por pasar inadvertida.

En los recovecos casi inaccesibles del ciberespacio consiguen colarse artistas como Hito Steyerl, que antes de que el informante Edward Snowden hiciera públicos los documentos que prueban el espionaje al que se somete a los ciudadanos ya propuso estrategias para desaparecer fuera del alcance de las miradas digitales escrutiñadoras. Otro tipo de artistas, a los que Speranza denomina “inadaptados digitales” (unos lo son por necesidad y otros por voluntad), sortean la censura del Gran Hermano haciendo un uso ineficiente de la Red, concebida precisamente para funcionar en un estado de mejora permanente.

La reflexión sobre lo que el arte “puede revelar o desvelar” conduce a Speranza a una última consideración, esta sobre la naturaleza de la realidad. En el imperio de las noticias falsas y la experiencia fragmentaria, ella reivindica la posibilidad de la certeza gracias a la reconstrucción de los acontecimientos. Ahí entra en juego el trabajo del colectivo Forensic Architecture, integrado por arquitectos, cineastas, artistas, periodistas y abogados que generan nuevas visiones de hechos violentos por medio de la investigación cruzada; así como la literatura de Agustín Fernández Mallo, que ata un nudo entre las líneas del pasado y el presente. “Dar a ver, extrañar, volver a mirar las cosas […], a eso aspira el arte de hace al menos dos siglos”, concluye la autora, que advierte: “Pero se enfrenta ahora a la inminencia de algo invisible […] y mañana puede ser tarde, si es que ya no atravesamos el punto de no retorno”.

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Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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